Las implicaciones para la salud mental de los y las testigos
Se conocen las consecuencias negativas que el acoso escolar tiene en las víctimas, tanto en índices más altos de depresión, ansiedad y dolencias psicosomáticas como en niveles más bajos de rendimiento académico, autoestima y funcionamiento social. Conocemos también el papel clave que los y las estudiantes que presencian el acoso tienen para desafiarlo y superarlo.
El estudio, Observing bullying at school: The mental health implications of witness status, publicado en ´School Psychology Quarterly´, explora el impacto del acoso escolar en la salud mental de los y las estudiantes que lo presencian. Se utilizó una muestra de 2002 estudiantes de 12 a 16 años que asistían a 14 escuelas en el Reino Unido mediante un cuestionario que incluía medidas de acoso escolar, abuso de sustancias y riesgo para la salud mental. Los resultados mostraron que el 63% del alumnado declara haber sido testigo de acoso a compañeras y compañeros durante el trimestre en curso y que observar la victimización de otros compañeros y compañeras tuvo un impacto negativo significativo en múltiples indicadores de su salud mental y funcionamiento psicológico, incluso en los casos en que los y las propias estudiantes no habían sufrido victimización en otros entornos o en otros momentos. Además, los hallazgos arrojan luz sobre cómo ser testigo de la victimización de otros compañeros y compañeras predice riesgos para la salud mental más allá de lo previsto para aquellos y aquellas estudiantes que se involucran directamente en el comportamiento de acoso, ya sea como víctimas o como agresores o agresoras.
La investigación expone las implicaciones que estos resultados deben tener para las y los orientadores y el personal escolar (dirección de los centros escolares y profesorado), ya que tanto por su formación profesional como por sus responsabilidades con la escuela, están en condiciones de desempeñar un papel importante en la prevención e intervención que posibilite conocer estas evidencias científicas para dialogarlas con las familias y el alumnado y que sean así informados e informadas del impacto emocional que el acoso puede tener en quienes lo presencian y en cómo puede afectar esto en la forma en la que reaccionan ante situaciones en las que otros compañeros o compañeras sufren victimización.
Para la erradicación de la violencia escolar se precisa de intervenciones que incluyan y comprometan al alumnado que no es víctima directa, pero que sí es consciente de la victimización que está teniendo lugar, ya que son ellas y ellos quienes pueden desempeñar un papel positivo en la mejora del entorno escolar. Los y las profesionales de la orientación escolar pueden trabajar con el alumnado que presencia el acoso para identificar y practicar estrategias de comportamiento positivas capaces de contrarrestar el acoso, fomentar la empatía, construir fortalezas personales e interpersonales para que pueda asumir el papel de “defensor y defensora” en lugar de “espectador y espectadora”.
En conclusión, es necesario prestar más atención, tanto en la investigación como en la práctica, al papel de los y las testigos del acoso y a las implicaciones de estas y estos, preservándoles también de la violencia aisladora que sufren al defender a las víctimas frente a quienes acosan como parte de un esfuerzo mayor de crear entornos escolares de violencia 0 desde los 0 años.