Vemos que la mayoría de estudiantes saben hoy barbaridades de Ortega, pero desconocen que fue un ídolo de gran parte de la gente “progresista” española que con sus viajes “revolucionarios” a Nicaragua ayudaron a la creación de este monstruo. Otras personas reconocen su participación, pero se empeñan en dar la imagen de que entonces sí que hicieron cosas maravillosas y que luego Ortega ha degenerado. 

Una de las tareas que se presentó como más importante y revolucionaria fue la campaña de alfabetización. Como gran experto español en alfabetización para orientar la campaña en Nicaragua fue nombrado X, un profesor de educación de personas adultas que siempre se había negado a dar clases de alfabetización y no sabía absolutamente nada. No dudó en aceptar el nombramiento y pidió materiales a sus colegas que sí daban clases de alfabetización. Ser de izquierdas y muy fiel al poder ya era suficiente para pasar a orientar la alfabetización en Nicaragua. En España fue presentado como un héroe revolucionario que incluso se había relacionado con Ortega (por supuesto, dicho esto como un gran honor). 

En julio de 1979 Nicaragua iniciaba la conocida Revolución Sandinista, liderada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (llamado así en memoria de Augusto César Sandino), que pretendía poner fin a la dictadura de la familia Somoza, derrocando al tercero de los Somoza, Anastasio Somoza Debayle. La revolución que se alzaba con lemas como “la solidaridad es la ternura de los pueblos” o “pan con dignidad” se presentó al mundo como un canto a la educación, a los procesos de alfabetización, al reparto del poder y la riqueza en igualdad. Esto llamó la atención de cientos de personas que desde todos los continentes se sumaron a la revolución. 

Daniel Ortega, uno de sus líderes, ejerció su primer mandato presidencial entre 1985 y 1990, convirtiéndose en el décimo gobernante no monárquico actual con más tiempo en el poder, sumando en total 26 años contados entre los dos períodos. También se suma la gestión que tuvo entre 1981 y 1984 como coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional de Nicaragua. Todo a pesar de que, ya en las elecciones del 4 de noviembre de 1984 (cuando Daniel Ortega candidato del Frente Sandinista de Liberación Nacional), fue acusado por algunos contras de “farsa de estilo soviético”. Las personas partidarias del régimen sandinista fueron acusadas de graves abusos contra los derechos humanos durante el conflicto, incluidas torturas, desapariciones y ejecuciones masivas. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos investigó y confirmó los abusos cometidos por las fuerzas sandinistas, incluida una ejecución de 35 a 40 miskitos (comunidad indígena) en diciembre de 1981, y una ejecución de 75 personas en noviembre de 1984. Daniel Ortega ha sido denunciado ante la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH) por delitos de genocidio y crímenes de lesa humanidad contra indígenas misquitos. 

A día de hoy, vemos cómo el mismo régimen que se presentaba al mundo con anhelos de libertad y de igualdad sigue en el poder, expulsando del país a todas las personas que tienen ideas contrarias al régimen. Algunas de ellas incluso participaron en su momento en la lucha para acabar con la dictadura de los Somoza, como el Premio Cervantes y exvicepresidente de Nicaragua, Sergio Ramírez, junto a 93 opositores a quienes se les ha despojado de nacionalidad y de propiedades y bienes. En los casos de violencia de género, las principales contribuciones científicas destacan siempre la importancia de las personas del entorno, conocedoras de los hechos, en cuyas manos puede estar en muchas ocasiones actuar o no para acabar con dichas situaciones. Evidencias que podemos extrapolar en este caso. 

Durante los años 80, Nicaragua acogió brigadistas internacionales de todas partes, movidos por el nuevo mundo que allí podía gestarse. En cambio, parece ser que los sueños de un mundo mejor se han desvanecido cuando se trata de denunciar y hablar de las atrocidades que dicha revolución ha conllevado para el país y para sus gentes. Las muchísimas personas que se han enorgullecido de haber estado cerca de Daniel Ortega o de su mujer Chayo (Rosario) Murillo hoy no dicen nada sobre la perversión a la que ambos han dirigido el país. Los ideales de alfabetización, educación, cultura han desaparecido, o quizás nunca estuvieron allí, mientras que la población cada vez sufre más las consecuencias del régimen y del silencio. 

[Escribo de lo que a través de mi familia y de mi propia experiencia en la misma Nicaragua y con el mismo FSLN he podido comprobar.]

[Fotografía propia de la autora]
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Por Mar Joanpere

Profesora de sociología en la Universitat Rovira i Virgili