Al comunicar mi entusiasmo por haber logrado, después de años, unas excelentes entradas para Parsifal en el Festival de Bayreuth, he comprobado una vez más una serie de errores fomentados por el nazismo y que están todavía muy presentes. Considero que aclararlos forma parte imprescindible de la educación musical, filosófica y democrática. Este año va a tener especial difusión en España ya que el granadino Heras-Casado es el primer español que dirigirá la inauguración, después de que Plácido Domingo recibiera en 2018 sonados abucheos por su dirección. En las conversaciones de estos días tendréis una buena ocasión para aclarar la confusión a quienes quieran saberlo.

Nietzsche fue tan amigo y admirador de Wagner que llegó a escribir: “Mi juventud habría sido insoportable sin la música de Wagner”. Este tipo de afirmaciones podría llevar a pensar que el filósofo disfrutaba intensamente de la belleza musical de las obras del compositor. Además, la afición de importantes nazis a algunas obras de Wagner y la posición de los escritos de Nietzsche en contra de la paz, la democracia, la igualdad y el feminismo han llevado a mucha gente a vincular la música de Wagner con el nazismo.

En 1882, Chaikovski y Nietzsche tuvieron la suerte de asistir al estreno de Parsifal que se realizó precisamente en Bayreuth, en el palacio de la ópera que se hizo al gusto de Wagner y que creó la forma que hoy tenemos de ver y escuchar ópera. Chaikovski salió encantado y escribió: “Lo que ha acontecido en Bayreuth es algo que nuestros nietos y sus hijos seguirán recordando”. Nietzsche salió enfadado; su elemental error fue creer que Wagner había compuesto las óperas que le habían entusiasmado con el ideológico objetivo de exaltar personajes mitológicos nórdicos frente a unos espectadores que el filósofo consideraba decadentes cristianos. 

El filósofo se enfadó al ver en Parsifal no solo el tema que consideró cristiano, del santo grial, sino que Wagner pidiera que no se aplaudiera por respeto al carácter místico de la obra. Su dogmatismo ideológico cerraba toda posibilidad de entender y disfrutar de la belleza musical de su antiguo amigo y además llevaba a que se considerara con derecho a decir qué tipo de música tenía que hacer. Esa interpretación ideológica de Nietzsche de las obras anteriores de Wagner fue adoptada más tarde por destacados nazis y vemos cómo todavía se mantiene en la actualidad. Para fomentar esa utilización de sus óperas se aireó un ensayo (que sí era lamentable) de Wagner contra los músicos judíos y se ocultó que estuvo 12 años exiliado por sus ideas progresistas en la revolución de 1848.

La música de Wagner no está al servicio de ninguna ideología, sino de la belleza. Penetra profundamente en el sentimiento humano con temas como los nibelungos o el santo grial. La pasión artística que despierta en todo tipo de personas (expertas o no) es bellísima y no tiene nada que ver con su utilización ideológica al servicio del nazismo o de las arengas disfrazadas de filosofía, contra la paz, la democracia, el feminismo y la igualdad. Son muchísimas las personas demócratas y pacifistas que supieron desde el principio apreciar la belleza de sus óperas. Cuando las tenían en sus ciudades, se reunían en casas para escucharlas mientras las representaban en un teatrillo de marionetas construido para ese fin.

Cuando algunos indeseables ensucian una belleza, hay que limpiarla. Consigamos que todo el mundo pueda, si quiere, disfrutar de la música de Wagner en toda su belleza y su esplendor.

[Imagen: Bayreuth.de]

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Por Ramón Flecha

Catedrático Emérito de la Universidad de Barcelona. Investigador número 1 del ranking científico internacional Google Scholar en las categorías de "gender violence" y "social impact" (violencia de género e impacto social, respectivamente). Director de REVERS-ED.