Las relaciones entre personas en los centros educativos son vistas por una mayoría de personas como monolíticas y dependientes de la interacción de la diversidad de caracteres y temperamentos de las personas que forman parte de ellas. Entender de este modo las relaciones sociales resta posibilidad de transformación hacia la mejora, porque se conciben los efectos de las relaciones como predeterminados por la invariabilidad de las partes que conforman el colectivo.
La investigación ha demostrado que las relaciones e interacciones sociales están mediadas por los modelos de atracción, por el discurso coercitivo y por las pretensiones de poder o de igualdad que se tejen en las relaciones entre las personas. Estas evidencias son esperanzadoras porque significan que existe una inmensa posibilidad de impactar en las relaciones entre el alumnado, el profesorado y la comunidad. Ahora bien, el verdadero impacto dependerá de las actuaciones que se lleven a cabo. Cualquier tipo de actuación no generará transformaciones en esas relaciones. Solamente aquellas que se fundamenten en la evidencia científica de impacto social promoverán relaciones de calidad que mejoren el bienestar social, sentimental y emocional, reduciendo la probabilidad de aparición de comportamientos violentos y de actitudes no igualitarias.
En el caso de los chicos, se ha visto que el discurso coercitivo empuja a los niños y niñas desde edades tempranas a construir un modelo relaciones en las que el atractivo se dirige hacia personas que tratan mal, en las que la insolidaridad, el egoísmo, la chulería y la violencia son vistas como atractivas. ¿Habéis pensado en por qué, en muchas ocasiones, los populares de la escuela cumplen estos criterios? ¿Es casualidad? La investigación sobre este tema ha comprobado que el motivo es que, a nivel social, se ha ido construyendo un sistema de relaciones en las que se atribuye poder y atractivo a aquellos que ejercen la violencia. De esta manera, el resto de personas quedan atadas al silencio, al miedo o al seguidismo de este sistema, en el que se establece, a su vez, una lucha por acceder a la popularidad y al poder. Poder que se obtiene porque se ejerce la violencia, no aunque se ejerza la violencia. En las escuelas se puede ver con facilidad el funcionamiento de estas relaciones de poder, en las que algunos y algunas sufren mientras otros cumplen la ley del silencio y otros ejercen poder y violencia.
La esperanza es que, en muchos lugares, y cada día en más, se están llevando a cabo actuaciones educativas que rompen con este modelo de relaciones, que optan por la solidaridad, la justicia y la libertad y que, además, dotan de atractivo a estas actitudes, interacciones y relaciones. Rompen el silencio con la valentía personal y colectiva, y contribuyen a tejer redes de solidaridad, ayuda y aprendizaje que permiten la libre elección de relaciones con personas en las que la amistad verdadera y el amor no solo triunfan sino que se convierten en el motor del aprendizaje y de la superación de las desigualdades de todo tipo.