Ayer por la mañana leí en la prensa un artículo en el que aparentemente nos daban las claves para elegir bien el centro educativo para nuestros hijos e hijas. A medida que lo leía, me impactaba tanto lo que no se decía como algunas cosas que sí. No decía nada acerca del derecho a máximos aprendizajes para todos y todas; al contrario, recomendaban elegir entre centros que buscan la excelencia académica o centros que priorizan la felicidad del alumnado. 

Sabemos que para el bienestar emocional de niños y niñas es fundamental asegurar los mejores aprendizajes y resultados posibles; que no conseguirlo contribuye a perpetuar las desigualdades, puesto que las chicas y chicos de familias con más dificultades suelen ser los que se quedan atrás, viendo reducidas sus oportunidades en el ámbito educativo, social y, más tarde, laboral. ¿Cómo se va a fomentar la felicidad del alumnado sin ocuparse de que le vaya bien en los estudios?

Y, al mismo tiempo, ¿cómo vamos a conseguir mejorar los resultados en aprendizajes si no cuidamos al máximo el bienestar y la convivencia del alumnado? Sabemos que una cosa y la otra no pueden ir separadas y que debemos asegurar ambas al mismo tiempo, en el día a día, en cada actividad que hacemos en los centros. 

Llegué a clase pensando en estas cosas, preguntándome si habrá un montón de personas leyendo aquel artículo y aceptando que las cosas son así porque alguien lo dice, y por qué todavía es frecuente encontrar en la prensa información que va contra toda evidencia científica. Y pensé: “seguro que los chicos y chicas de quinto de primaria tampoco entenderían lo que se dice en este artículo”. Así que lo proyecté en la pantalla y lo leímos. No me sorprendió que, justo al llegar a ese punto, el de “si quieres buenos resultados, no elijas un centro que prioriza la felicidad”, pusieran caras de confusión y comenzasen a levantar la mano para pedir turno:

Para ser feliz en el cole, te lo tienes que pasar bien pero también estudiar.

Puedes tener amigos que te ayuden a estudiar: así estudias y eres feliz. Así, si un amigo sabe más de matemáticas y el otro de lengua, pues así se ayudan. Aprenden y son felices.

En muchos colegios los niños aprenden gracias a los juegos y se divierten al mismo tiempo. Puedes hacer algún juego para que los niños aprendan con lo que les gusta.

Puedes ser feliz estudiando mucho. Puedes escribir un libro sobre cosas que hayas aprendido, o una autobiografía, o conocer a gente con tus mismas aficiones… 

Escuchando a mi alumnado, sé que hay muchísimos niños y niñas que ven su educación de la misma manera y no pueden separar el aprendizaje del bienestar emocional, y que lo viven así cada día. Ahora espero que también haya muchísimas familias que lean este y otros ejemplos de cómo a veces nos llegan consejos sin fundamento, y de los pasos que cada día muchos centros educativos están dando para dar a su alumnado los mejores aprendizajes, procurando al mismo tiempo lo mejor para su felicidad. 

[Imágenes: Pixabay]

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Maestro de primaria