William Shakespeare es uno de los autores que más han engrosado las listas de las grandes creaciones de la literatura universal, por sus temáticas, su versatilidad y su ingenio para plantear los temas más importantes y trascendentales relacionados con las cuestiones humanas más profundas y vinculadas con la cultura clásica. En ocasiones, puede pasar que surjan dudas acerca de la elección de las lecturas, ya sea para descubrir durante el tiempo libre o para utilizar en espacios escolares o académicos. 

Durante años, los libros clásicos han estado considerados aptos, solamente, para personas con cierto nivel cultural previo o con un estatus social y económico determinado, excluyendo a la mayoría de la población del acceso a las grandes obras de la humanidad.

Las tertulias literarias dialógicas, y toda la literatura científica que las fundamenta, han demostrado los grandes beneficios educativos, personales y de convivencia que aporta la lectura y el debate de las mejores creaciones de la humanidad. Podemos encontrar múltiples espacios educativos en los que se utilizan obras de Shakespeare para realizar  algunas de estas tertulias, con impactos muy potentes en lenguaje, en valores, en reflexión, en aumento de vocabulario, en mejora de la expresión oral y en conocimiento acumulado y compartido.

Pero con Shakespeare, se ha analizado su impacto en el cerebro, comprobando que crea una “tempestad neurológica”, como se describe en el artículo publicado en la revista Cortex How Shakespeare tempests the brain: Neuroimaging insights.

Como introduce el texto, Shakespeare utilizó un recurso retórico llamado cambio funcional en sus obras (catalogado como FS en el estudio) con el que fue capaz de asignar a determinadas palabras funciones distintas a las que normalmente tienen en una estructura sintáctica; por ejemplo, usar sustantivos como verbos. La FS genera una sorpresa muy excitante en nuestro cerebro que nos conduce a una reevaluación mental. Si a esto le unimos las temáticas que trata, tan profundas, las tramas tan elaboradas y los personajes y situaciones vinculadas a la cultura clásica, todo ello explica el enorme impacto que este autor ha tenido en su cultura y en la literatura universal.

Las múltiples imágenes recogidas a través de resonancias mostraron que las oraciones que contenían FS produjeron una actividad cerebral más significativa; más allá de las regiones que se utilizan habitualmente en el lenguaje. Mediante el lenguaje que usa Shakespeare se aumenta la actividad en el lenguaje tradicional, de las áreas semánticas, los mecanismos de integración sintáctica, el procesamiento lingüístico, etc. Incluso se ve alterada la demanda de oxígeno en sangre.

Dar acceso a personas muy diversas, leer y debatir las grandes obras de la literatura universal contribuye a la democratización del conocimiento, a su disfrute y a aumentar el aprendizaje que puede surgir de ellas, trasladando la belleza y el arte de las grandes obras literarias a toda la población. Además, este estudio nos muestra los grandes beneficios para nuestro cerebro que tiene utilizar este tipo de obras, en este caso las de William Shakespeare. 

¿A qué esperamos para compartir y recrear esta “tempestad neurológica”?

[Imagen: Pixabay]

image_pdfPDF

Por Irene López

Maestra de primaria y pedagogía terapéutica. Colegio Trenc d'Alba (Jávea)