Durante el siglo XIX, los avances técnicos hicieron que los instrumentos musicales se perfeccionaran técnicamente, lo que permitió que los compositores de la época pudieran escribir obras innovadoras musicalmente, pero que también eran cada vez más difíciles y exigentes para los y las intérpretes, que tenían que dedicar más tiempo y esfuerzo a estudiar para poder tocar aquello que se componía. Este fue el caso, por ejemplo, del violín y del piano. Ambos instrumentos cobraron enorme protagonismo a nivel interpretativo como solistas, fuera de la orquesta, durante el romanticismo.
Este tipo de obras musicales virtuosísticas tienen características que a nosotros y nosotras, como docentes, nos pueden resultar muy útiles. Por un lado, son de una enorme calidad, ya que están escritas por compositores y compositoras de primer nivel. Por otro lado, resulta espectacular ver cómo excelentes intérpretes las ejecutan, lo que es muy atractivo para nuestro alumnado. Podemos encontrar ejemplos que se ajustarían perfectamente para la realización de tertulias musicales dialógicas.
La primera propuesta es el estudio número 3 La Campanella de Franz Liszt, escrito para piano. Se trata de una pieza compuesta para que los intérpretes mejoren su técnica de ejecución instrumental, que además es de una belleza casi mágica. Liszt lo escribió a partir de la melodía que uno de sus compositores e intérpretes favoritos (Niccolò Paganini) compuso antes que él, en su concierto para violín número 2 en Si menor opus 7.
Precisamente de este compositor, Paganini, realizamos otra propuesta: el Caprice número 24 (de su opus 1) para violín. Además de un gran compositor, Paganini ha sido uno de los más grandes violinistas de la historia. Cuentan que tenía muchos admiradores y admiradoras que asistían a sus conciertos para verle tocar al violín piezas de enorme dificultad. Uno de esos admiradores fue Franz Liszt. De hecho, se sabe que Paganini fue una enorme inspiración para él y que al verle tocar el violín decidió trasladar ese nivel interpretativo al piano.
La tercera propuesta es también de Franz Liszt: el estudio número 4 para piano “Mazepa”. Este forma parte de los “12 estudios de ejecución trascendental” que el compositor húngaro escribió. Está inspirado en un poema de Víctor Hugo. Es de una dificultad técnica, física e interpretativa máxima, imposible de no escuchar hasta el final una vez iniciado.
Dialogar con el alumnado sobre piezas destacadas de la música que resulten, además, espectaculares cuando las vemos tocar puede servirnos no solo para que conozcan y amplíen su conocimiento sobre grandes obras musicales que han pasado a la historia. Además, se trata de hacerles conscientes de que poder interpretarlas implica años de esfuerzo, constancia y trabajo que permiten tener la habilidad física y el conocimiento musical suficientes para abordarlas de forma exitosa, lo cual es admirable.
Hoy en día podemos encontrar en las redes sociales vídeos que permiten que cualquier persona pueda disfrutar de la música de mejor calidad interpretada por los más destacados músicos. Aprovechemos de forma positiva las posibilidades que la tecnología nos brinda, y presentémosles a grandes intérpretes como referentes, como grandes estrellas que son, para que entiendan el valor instrumental del esfuerzo, que consigue que de un instrumento musical brote la belleza más sublime unida al espectáculo que nos hace levantarnos de la butaca. A Franz Liszt lo levantó de la butaca Niccolò Paganini con su violín y de ahí surgieron obras musicales que han pasado a la historia.
Maestra de primaria y de educación musical. Directora del CEIP Eres Altes de Riba-roja de Túria