¡Ya soy doctora! Durante años me ha perseguido lo que me dijo contundentemente una profesora de pedagogía: que no podía ser aceptada por el programa de doctorado por la competencia. Hoy he logrado el título de doctorado y ya tengo 102 citas en la Web of Science, mientras esa profesora tiene solo 27.
Mi directora y mi tutor han destacado en público cómo mi colaboración contribuyó a que su grupo de investigación diera ya el 13 de enero del 2020 la alarma sobre la pandemia que llegaba. Nos pusimos a trabajar, aportamos y publicamos el primer análisis mundial sobre cómo, mientras las redes sociales chinas se llenaban de evidencias científicas sobre el Covid-19, en las occidentales predominaban los bulos. Pero descubrimos activistas a favor de la ciencia, también en las redes occidentales, que fueron claves para que los gobiernos occidentales dejaran de negar el problema y de ocultar los medios de prevención.
En mi tesis doctoral he presentado evidencias de cómo bazares y restaurantes chinos de occidente estuvieron también avisando a la población e incluso regalando mascarillas. Tengo el deber de denunciar que el racismo antichino de la academia dificultó que la población nos creyera, haciendo que se perdieran vidas que se podrían haber salvado. Tengo que denunciar que ese racismo de la academia continúa teniendo graves consecuencias, por ejemplo, atacando a revistas científicas como las de MDPI como si fueran de baja calidad cuando publica en ellas la premio Nobel de Medicina que nos ha salvado del Covid-19.
Tengo el deber de denunciar que el racismo antichino de la citada profesora no ha conseguido evitar que yo sea doctora y contribuya, desde la ciencia, a la mejora de las vidas occidentales y orientales, pero que sí lo está impidiendo a otras personas.
Por fin, quería compartir una frase que me encanta: ¡cada individuo tiene inteligencia cultural!