Todas las personas, a lo largo de nuestra vida, nos cruzamos con docentes que nos marcan y nos influyen de una manera u otra. Los docentes creamos unas expectativas, unas creencias sobre las capacidades académicas de nuestro alumnado, que muchas veces están condicionadas por el género, la clase social, el lugar de origen o la etnia a la que pertenecen.
Algunos estudios apuntan que las expectativas de los docentes influyen hasta tal punto que, si son bajas, se asocian con un rendimiento académico más bajo, al contrario que si son altas. Las expectativas de los docentes existen de forma más consciente o inconsciente y afectan también a los estudiantes en los primeros años. Hay que tener especial cuidado con lo que esperamos del alumnado que pertenece a grupos sociales estigmatizados, ya que muchas veces podemos tener prejuicios implícitos, sentimientos o creencias negativas subconscientes, como por ejemplo pensar que si el alumnado es gitano no se interesa tanto por aprender.
La buena noticia es que, si pensamos que todos los niños y niñas de 0 a 6 años están en el mejor periodo para aprender, dada la gran cantidad de conexiones neuronales, podremos transmitirles miradas y mensajes que les ayuden a creer en sus capacidades y logren mejorar su rendimiento, tal como demuestra el conocido efecto Pigmalión. Estos mensajes también llegan a los compañeros y compañeras y a las familias, multiplicando el efecto de las altas expectativas.
Entre el profesorado podemos ayudarnos a ser más conscientes de nuestras expectativas. Por ejemplo, si vemos que a un alumno se le proponen actividades más sencillas solo por el hecho de pertenecer a un colectivo vulnerable, podemos dialogar con la maestra o el maestro sobre qué efectos puede producir en el aprendizaje presente y futuro. O, si oímos comentarios delante del alumno sobre su baja capacidad (sea real o no), podemos pedir que no se diga delante del estudiante y, después, dialogar con el objetivo de no perpetuar y aumentar las dificultades.
Hay alumnado que a ciertas edades se bloquea ante comentarios de bajas expectativas y parece, efectivamente, que cada vez son menos capaces. Tenemos la oportunidad de reflexionar sobre estos aspectos, ser conscientes de nuestras creencias para poderlas transformar de manera que presentemos altas expectativas en cuanto a las posibilidades del alumnado y de la comunidad; contagiar la ilusión, la posibilidad de tener sueños, de esforzarse para conseguir lo que queremos y transmitir que no hay límites para nadie. De esta forma estaremos ofreciendo la oportunidad de llegar alto sin poner obstáculos innecesarios.
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