La escuela Mediterrani de Campclar erradica el absentismo”. Este titular aparece periódicamente en los medios refiriéndose a esta u otras escuelas que han superado el absentismo. Ninguna de ellas ha aceptado la opción de redistribución forzada que periódicamente proponen quienes se basan en bulos. Por el contrario, todas estas escuelas se basan en las evidencias científicas de impacto social (ECIS). Así, las escuelas como el Mediterrani y los países como Portugal que han decidido basarse en esas ECIS superan el abandono. Por esa misma razón, las escuelas y países que no se basan en esas ECIS no lo superan y a veces lo aumentan.

Hay que reconocer que la redistribución forzada del alumnado consigue su objetivo: la desaparición de la escuela guetto. La medida además es fácil y barata: se cierra la escuela y así está claro que desaparece. Lo que oculta esta propuesta son sus consecuencias ya clarificadas por décadas de literatura científica sobre este tema: el aumento del abandono y del racismo. Ante el escándalo de la aplicación de esa medida tal cual, se aplican ahora otras más sutiles, pero también de redistribución forzada. Primero se etiqueta a determinados grupos de población como problemáticos e incapaces de tener éxito académico y comportarse adecuadamente, lo cual de por sí ya fue clasificado hace décadas como racismo. Después, se impide a alumnado de esos grupos matricularse en la escuela que tienen más cerca o que prefieren, lo cual no se hace con el alumnado de otros grupos sociales.

Ya la comunicación de la Comisión Europea del 2011 titulada “Tackling Early School Leaving” explicitaba como mejor solución al abandono escolar el planteamiento de “Comunidades de Aprendizaje”, diciendo que “crea condiciones favorables para reducir el abandono”. Desde entonces se ha avanzado mucho. Incluso quienes más se oponían a que la educación tuviera que basarse en evidencias científicas ahora dicen que se basan en ellas. Cada vez más escuelas y políticas de algunos países se basan en las evidencias científicas de impacto social, como ya lleva haciendo mucho tiempo el proyecto Comunidades de Aprendizaje. Sin embargo, también proliferan quienes llaman evidencias a sus ocurrencias y atacan directamente a las revistas científicas, como analiza un artículo publicado en el Periódico Educación. En algunos casos, esto influye de forma tan negativa como para impulsar nuevas formas de redistribución forzada en lugar de actuaciones educativas de éxito. Luego, ante sus malos resultados, se escudan en que se deben a otros factores, incluso culpabilizando a las familias, al profesorado y al propio alumnado.

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Por Ane Lopez de Aguileta

Codirectora de Kaiera (kaiera.eus)