Hay profesionales que ocultan esta realidad dejando así a sus estudiantes en manos del discurso coercitivo que les presiona para tener relaciones sexuales con quienes les desprecian, a decir que han sentido mucho placer y a terminar creyéndoselo. También hay profesionales y “expertos” en educación emocional y educación sexual que, por ignorancia o para ocultar sus propias contradicciones, empujan a sus estudiantes a relaciones con quienes les desprecian, diciéndoles una de las frases que más relaciones tóxicas generan y más consecuencias tienen para la salud durante toda la vida: lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas

Las evidencias demuestran que, cada vez más, un ligue despreciativo de un solo minuto tiene consecuencias de por vida para una persona y para su entorno. Antes se daban a veces comentarios muy ultrajantes sobre una adolescente que treinta o sesenta años antes había tenido uno de esos ligues, extendiéndose con frecuencia ese desprecio a sus hijas y nietas. Ahora se añade además difusión por WhatsApp, Telegram, blogs y otras redes sociales de grabaciones, fotos, comentarios, relatos, insultos, es decir, de todo tipo de acosos de por vida que, con la legislación actual, son casi imposibles de probar (salvo excepciones) y de denunciar. 

Más grave es aún cuando sí se interioriza ese desprecio en forma de deseos esclavos que generalmente la víctima interpreta como instintivos o biológicos. El capital depredador ha conseguido que la primera vez que se fuma haya que decir que ha gustado, aunque casi nunca es verdad, interiorizando así un deseo esclavo que casi siempre genera dependencia muy difícil de superar. Ese mismo capital depredador ha logrado con la marcha nocturna que la primera vez que se tiene un ligue despreciativo haya que decir que ha gustado, aunque casi nunca es verdad, interiorizando así un deseo esclavo que casi siempre genera dependencia muy difícil de superar. 

La línea de investigación en socialización preventiva, la de más alto nivel y reconocimiento científico internacional en este tema, aporta actuaciones que la persona puede hacer —si quiere— para superar esa dependencia, ese deseo esclavo de quienes la desprecian. Por lo tanto, hay esperanza que, como casi siempre, llega de la mano de la ciencia y la amistad.

[Imagen: foto de Aleksandr Popov en Unsplash]
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Por Garazi López

Doctora por la Universidad de Wisconsin-Madison