Se está extendiendo, en el ámbito de la educación, la falsa idea de que “aprender ejercitando la memoria no tiene sentido”, que “solo se aprende si nos emociona”, o que “únicamente importa el proceso y no el resultado”. Pero ¿pueden funcionar la comprensión y el aprendizaje sin memorización y esfuerzo? Si esto fuera cierto, no necesitaríamos escuchar una canción con atención y repetirla muchas veces hasta aprender su letra; o ir por un mismo camino, concentrándonos en el recorrido, hasta saber llegar solos al destino. 

Las investigaciones apuntan la necesidad y la eficacia de trabajar la memoria de forma explícita, ya que exige destrezas que no se dan de forma automática con el transcurso del tiempo, como se nos ha dicho en ocasiones. Esto se logra programando tareas o actividades complejas donde se requiere esfuerzo y entrenamiento para retener la información que se pueda entrenar de forma repetida durante periodos no demasiado largos. 

Algunas escuelas ya lo están logrando a través de la implementación de grupos interactivos, en los cuales se practican y estudian conceptos que se han dado en la clase semanalmente, a través de interacciones que promueven diálogo igualitario entre el alumnado para formular explicaciones de cómo y por qué se lleva a cabo la tarea, razonar en voz alta el procesamiento de la información, contraargumentar una reflexión, etc. En definitiva, se realiza un esfuerzo cognitivo en torno a un aprendizaje, por ejemplo el de las matemáticas, consolidando ese aprendizaje en la memoria a largo plazo.

En conclusión, para posibilitar un aprendizaje real, cualitativo, transferible y perdurable, los educadores y educadoras debemos hacer hincapié en la importancia que tiene el entrenamiento repetitivo de tareas ya que mediante el esfuerzo se desarrollan niveles altos de atención que dan acceso a la consolidación del conocimiento y al desarrollo intelectual.

 

[Imagen: Unsplash]

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Maestra de primaria. Participante de la tertulia pedagógica dialógica "A Muscles de Gegants"