El papel fundamental de las relaciones y el entorno

En la actualidad, somos cada vez más conscientes de que las relaciones entre personas adultas e infancia, las interacciones que se producen, así como las experiencias tempranas y las exposiciones ambientales, son elementos esenciales que influyen en el bienestar infantil. Este conocimiento dirigido a mejorar el aprendizaje temprano, la nutrición y la salud infantil debería dar forma a las políticas y programas de todo el mundo y así preparar mejor a todos los niños y niñas para el éxito escolar y para una vida mejor.

La ciencia es muy clara en este sentido: las condiciones y entornos en los que se desarrolla la infancia afectan no solo a su salud a lo largo de la vida, sino también a sus logros educativos. El artículo «Health and Learning Are Deeply Interconnected in the Body: An Action Guide for Policymakers«, del centro de desarrollo infantil de Harvard, nos ofrece tres mensajes que resulta esencial entender a la hora de llevar a cabo políticas que mejoren la vida de los niños y niñas.

    1. Una de las claves está en entender la interconexión de todos los sistemas del cuerpo, los cuales se adaptan al entorno. Las experiencias y condiciones durante el embarazo y los primeros años de vida tienen un impacto duradero en la salud y el desarrollo de la infancia. Esto implica la necesidad de dar apoyo a las familias y fomentar las relaciones afectivas basadas en el amor y la responsabilidad y así sentar las bases para el desarrollo emocional futuro, la preparación para la escuela y el aprendizaje, y que esto conduzca a los niños y niñas hacia una vida de excelente salud física y mental.
    2. Otra de las claves está en entender que el estrés excesivo o la exposición a distintos tipos de tóxicos durante el embarazo pueden afectar a los sistemas biológicos, aumentando el riesgo de enfermedades crónicas en la edad adulta si hablamos de salud, o a problemas de aprendizaje que no permitan el éxito educativo, si hablamos de educación. 
    3. En tercer lugar, también se cita la inflamación, como respuesta al estrés. Esta puede tener efectos perjudiciales a largo plazo en el bienestar físico y mental de la infancia expuesta a entornos adversos. Reducir el estrés continuo, proveniente de la pobreza, el racismo o la inseguridad alimentaria, puede mejorar la vida de muchas personas y disminuir la necesidad de tratamientos costosos para diversas afecciones de salud.

Para abordar estos desafíos, desde una perspectiva educativa, se proponen tres principios basados en la ciencia: fomentar relaciones de calidad, reducir fuentes de estrés y fomentar habilidades esenciales que permitan a las personas adultas establecer y alcanzar metas, gestionar emociones y establecer rutinas familiares saludables. Estas acciones no solo benefician el desarrollo integral de la infancia, sino que también influyen positivamente en su rendimiento académico y su capacidad para aprender. Ofrecerles entornos dialógicos llenos de interacciones de calidad y un entorno amoroso y seguro, desde su más tierna infancia, favorecerá el éxito educativo y la salud física y mental.

Es fundamental fortalecer las redes comunitarias de servicios, la atención primaria de salud y los programas de atención temprana para las familias, adaptados a las características culturales y lingüísticas locales. Además, se necesita un enfoque global para abordar desigualdades estructurales que dificultan el acceso a la educación de calidad, atención médica, vivienda y empleo.

En resumen, la ciencia nos proporciona un marco claro para mejorar el bienestar infantil y, por ende, la salud y el aprendizaje a lo largo de la vida. Es crucial que las políticas y programas públicos se basen en evidencias de impacto social, como son estas, para construir un futuro más saludable y prometedor para las generaciones venideras. 

[Imagen: Freepik]
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Por Blanca Febré

Profesora en educación secundaria