Una de las diapositivas que más me impactó en un reciente congreso fue la que demostraba que en educación se siguen teorías que se sabe que no aportan ninguna mejora. En la diapositiva se ve uno de los intentos que al principio de la pandemia se hicieron para crear una vacuna, salió mucho en la prensa, se recaudó dinero, se generó un debate pero, cuando los investigadores no pudieron presentar evidencia científica de que mejoraba la salud, ya nadie habló de ella y todos los esfuerzos se centraron en las vacunas que sí mejoran la salud. 

La misma diapositiva contrastaba con cómo todavía hoy siguen funcionando muchas políticas educativas y muchas escuelas. Hay “teorías” que se siguen usando como referentes desde hace décadas sin que se hayan presentado evidencias científicas de que mejoran los resultados educativos. Solo abandonando esas teorías y centrándonos en las que sí demuestran mejoras de los resultados podemos no solo avanzar hacia el derecho real a la educación, sino lograr el prestigio que la educación merece en el conjunto de los ámbitos científicos y en la sociedad. Entre esas teorías están el reproduccionismo de Althusser y Bourdieu, el postmodernismo, la genealogía de Foucault, la deconstrucción de Derrida, la modernidad líquida, la perspectiva sistémica, la complejidad. 

Es muy frecuente defender esas teorías que nada mejoran alabando su nivel intelectual y diciendo que quienes no las siguen es porque no las entienden. Sin embargo, en ese congreso se presentaron evidencias claras del bajísimo nivel intelectual de todas esas “teorías”. Por ejemplo, se vio cómo ya en 1904 obreros manuales de Asturias leían libros como La Odisea o La Divina Comedia, mientras que Bourdieu con su “teoría” de “La Distinción” en 1979 seguía sin enterarse. 

También se vio cómo la base de las aportaciones de este sociólogo era la elemental confusión entre correlación y relación causal: si es más frecuente que fracasen en la escuela quienes vienen de familias pobres, eso quiere decir que la escuela reproduce las desigualdades sociales, afirmación que solo se puede mantener si se desconoce o se oculta que hay escuelas donde alumnado de familias pobres no fracasa. Este fallo es como si en 2020 se hubiera visto que la mayoría de los intentos de encontrar vacunas para el covid fracasaban y de ahí se hubiera deducido que las vacunas no sirven para superar el covid. Por suerte, la salud no sigue a quienes tienen esos errores tan elementales y cada vez más profesionales de la educación tampoco.

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Por Ane Lopez de Aguileta

Codirectora de Kaiera (kaiera.eus)