Formación e intervención del profesorado y las familias
Cada vez más investigaciones subrayan un hecho crucial: la detección e intervención tempranas en el autismo pueden marcar una diferencia radical en el desarrollo de un niño o niña. No se trata de una carrera contrarreloj, sino de aprovechar un momento de gran plasticidad cerebral en el que el aprendizaje es más receptivo y maleable. En el pódcast Speaking of Psychology, la doctora Geraldine Dawson —neurocientífica y directora del Duke Center for Autism and Brain Development— aborda cómo estas etapas tempranas representan una oportunidad única para profesorado y familias.
La ciencia ya ha identificado señales tempranas que pueden alertar a las familias y profesionales sobre un posible diagnóstico de autismo, incluso antes del primer año de vida. Entre los indicadores más relevantes están:
- Escasa o nula respuesta al nombre
- Ausencia de contacto visual sostenido
- Pocas o ninguna sonrisa social
- No señalar objetos para compartir atención (lo que se conoce como atención conjunta)
- Retrasos en el balbuceo o ausencia de gestos comunicativos
- Posturas rígidas o inusuales al ser sostenidos
Estas señales no son diagnósticas por sí solas, pero sí justifican una evaluación temprana. Estudios longitudinales muestran que la infancia que recibe intervención antes de los tres años presenta mejoras significativas en lenguaje, habilidades sociales y adaptación al entorno educativo. Desde las escuelas, la detección precoz implica observar, documentar y derivar con rapidez cuando se sospecha de un desarrollo atípico. Pero también requiere formación docente. Según un informe de Journal of Autism and Developmental Disorders (2021), la colaboración entre familias, docentes y equipos de atención temprana es uno de los factores más influyentes en el éxito a largo plazo del alumnado con autismo.
La doctora Dawson cita el libro «Un comienzo temprano para su hijo con autismo», escrito por ella junto a Sally J. Rogers y Laurie A. Vismara, y proporciona un enfoque muy práctico, basado en evidencias, para las familias. El texto enseña estrategias de intervención que pueden incorporarse en las rutinas diarias. Entre ellas, destacan:
- Trabajar la postura corporal del bebé como forma de promover la interacción (por ejemplo, colocando al niño frente a ti para facilitar el contacto ocular)
- Imitación funcional: repetir gestos y sonidos del niño para fortalecer el vínculo y fomentar la reciprocidad
- Uso del juego como vehículo de aprendizaje, promoviendo turnos, atención compartida y comunicación espontánea que promueva la interacción social.
Estas herramientas permiten a las familias actuar como agentes activos en el desarrollo de sus hijos e hijas, incluso antes de contar con un diagnóstico formal.
Como conclusión, cabe destacar que la investigación es clara al respecto: cuanto antes se actúe, mayores serán las posibilidades de que un niño o niña con autismo alcance su máximo potencial; de ahí la importancia de una detección temprana. La clave está en mirar con atención, intervenir con intención y colaborar desde una comunidad educativa formada en evidencias de impacto social, que incluya y apoye a las familias desde el primer momento.
[Imagen: Freepik]
Profesora en educación secundaria