Los desafíos actuales que enfrentan los equipos profesionales de educación en las escuelas, pero también los que enfrentan los miembros de las familias en la crianza de niños y jóvenes, están presentes en los debates que se mantienen en los medios de comunicación y en la vida cotidiana de las personas. Tomar el contexto actual como sociedad dialógica nos ayuda a comprender que hay muchos desafíos, pero también muchas posibilidades por crear en el diálogo entre instituciones, agentes e individuos. La escuela puede ser el lugar de encuentro entre profesionales, familias, estudiantes, barrios y otros agentes para construir el éxito académico de todos y todas. Querer que la escuela esté abierta al diálogo entre todas las personas es el inicio del proceso, pero no basta para garantizar que se establezca. Volviendo a Freire, es importante no olvidar que la educación necesita tanto de sueños como de ciencia. Ambos, inseparablemente.
Otros artículos de Periódico Educación ya se han dedicado a aspectos centrales del derecho y la necesidad de las familias del alumnado a participar en su formación escolar y merecen ser leídos, pues ofrecen un apoyo fundamental para que escuelas y familias busquen caminos más efectivos en sus relaciones. No basta con querer hacerlo, hay que saber hacerlo y, para ello, ya existe amplia evidencia de resultados positivos en la transformación de las escuelas en comunidades de aprendizaje.
El artículo Soñar con el éxito educativo, por ejemplo, relata un proceso de transformación de una escuela con la participación de familiares, estudiantes, profesionales de la educación, el barrio, a partir de actuaciones educativas de éxito, es decir, aquellas que se establecen con base en evidencias científicas de impacto social. Otro artículo es ¿Abrir la escuela a la participación familiar? En él se presentan actuaciones educativas de éxito que posibilitan la participación educativa de las familias, superando a otros tipos de participación que no promueven mejoras en el aprendizaje y la convivencia.
Es imperioso que sean implementadas en las escuelas propuestas en las que los sueños y la ciencia se unan para construir colectivamente el éxito para todos y todas. Y llegados a este punto vuelvo a la discusión del artículo No saquemos a las familias de la ecuación. El argumento es en favor de abrir las escuelas a la formación y al diálogo con los familiares, en una educación basada en la evidencia científica, para que las familias puedan elegir y participar efectivamente en el proceso educativo de sus niñas, niños y jóvenes. El artículo contiene una advertencia, que repito aquí, sobre el hecho de que, de la misma manera que los discursos mediáticos catastróficos y anticientíficos generan verdades ilusorias y polarizan las relaciones en la sociedad, también ha habido discursos en el campo de la educación que generan verdades ilusorias a partir de la negación de prácticas desarrolladas con base en evidencia científica con impacto social.
Como investigadora brasileña, me sorprenden los discursos que atacan la intención de establecer una educación basada en evidencias científicas. Hay personas en la educación que difunden propuestas sin evidencia, cultivando los intereses de un mercado financiero educativo de “verdades ilusorias” para beneficio propio y desastroso para niñas y niños, jóvenes y sus familias. Cuando las familias se alejan de las escuelas o ya no confían en ellas, estos vendedores de ilusiones crean nuevos discursos para justificar sus prácticas fallidas e inventan otras practicas sin evidencias. Lo que destacamos en este artículo es que los centros educativos, las familias y los estudiantes tienen el derecho y la necesidad de tener acceso al conocimiento educativo comprobado en los resultados de la investigación científica.
Superar las polarizaciones que hemos vivido en distintos países requiere ciertamente de un compromiso educativo para dialogar con familias y estudiantes, ofreciéndoles acceso a la ciencia y a una educación basada en evidencias de impacto social.
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Profesora titular en la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), Brasil. Creó el Núcleo de Investigación y Acción Socioeducativa (NIASE). Fue coordinadora del Programa de Acción Afirmativa de la UFSCar entre 2012 y 2013 y, de 2014 hasta 2020, del proyecto de movilidad académica internacional para estudiantes indígenas de la misma universidad.