Durante mis años como docente, un debate me ha acompañado en múltiples ocasiones a lo largo de los cursos. Diálogos con docentes y familiares en torno a si las familias debían compartir el espacio educativo y decisivo de los centros escolares. ¿Es clave para la mejora de los aprendizajes? ¿Enriquecerá la convivencia escolar? ¿Pueden participar también en los espacios de decisión que se generan en los centros?

Por suerte, tanto la literatura científica del pasado como la más actual nos dan la información necesaria para encontrar las respuestas y definir una postura en este debate. Podemos encontrar múltiples argumentos, después de analizar los resultados recogidos en el artículo de la revista científica Cambridge Journal of Education: “Improving students’ academic performance and reducing conflicts through family involvement in primary school learning activities: a Mexican case study”.

En el citado artículo se analizó la participación familiar y el impacto que ha supuesto para una comunidad educativa mexicana de la ciudad de Guadalajara. Después de una formación en evidencias científicas el centro decidió abrir sus puertas a la participación familiar. En dos años académicos, se puede observar el gran impacto de esta decisión; tanto a nivel escolar como social.

La participación de las familias en las Actuaciones Educativas de Éxito (AEE) que se realizan en el centro ha sido determinante. Cuentan con su presencia en Tertulias Literarias Dialógicas y participan como voluntarios en Grupos Interactivos y Biblioteca Tutorizada. La escuela, situada en un entorno altamente desfavorecido, ha experimentado un cambio drástico en sus resultados, superando la media nacional en matemáticas (15%), lenguaje (5%) y presentando un 60% menos de conflictos. Se trata de un gran logro teniendo en cuenta los graves casos de violencia de la zona en la que está situado el centro.

La mayor parte de personas voluntarias son madres y abuelas de esta comunidad, con grandes dificultades socioeconómicas y un nivel educativo muy bajo; incluso personas sin terminar los estudios básicos. Este hecho pone en valor la inteligencia cultural de cada individuo y cómo puede influir en beneficio de los demás. Este hecho contribuye a la superación de ideas erróneas que nos llevan a creer que solamente cierto tipo de familiares pueden ayudar al alumnado. La ciencia nos ha demostrado que la implicación familiar mejora los resultados y la convivencia; independientemente del nivel social, económico o académico de las personas voluntarias.

Es necesario un modelo de interacción más igualitario entre familia y escuela para generar una mejora en el contexto educativo y social. Abrir las puertas de los centros a la participación exterior tiene beneficios en la asistencia, el rendimiento, la participación, el comportamiento, la autoestima, la solidaridad, la prevención del abandono escolar temprano… Tiene mayor impacto cuando se realiza en contextos desfavorecidos. En contextos donde hay violencia exterior, la participación de los familiares reduce su influencia en el comportamiento de los niños y niñas. También genera transformaciones personales y sociales en las personas voluntarias y las conduce a ser personas referentes que luchan por transformar su comunidad.

Las AEE, que cuentan con participación familiar, han demostrado su transferibilidad, tal y como ha manifestado su implementación en diferentes centros de América Latina y Europa. Su éxito no está sujeto al tipo de alumnado o la localización del centro educativo donde se realicen. Por tanto, todos y cada uno de nuestros contextos educativos se verían beneficiados si implicamos a las familias de forma igualitaria, en las actividades decisivas y educativas de los centros. 

[Imagen: Pixabay]

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Por Irene López

Maestra de primaria y pedagogía terapéutica. Colegio Trenc d'Alba (Jávea)