Últimamente he leído en la prensa opiniones y entrevistas a docentes que dan una visión negativa, a veces catastrofista y desde luego derrotista del panorama educativo. «Ya no se puede dar clase», «los jóvenes no respetan nada»… Incluso hay profesores que escriben libros sobre su mala experiencia, contando que «la adolescencia les produce rechazo».
Afortunadamente, el Periódico Educación tiene un compromiso con la mejora educativa. Por eso publicamos sobre las evidencias científicas y las experiencias que están mejorando los resultados y la convivencia en los centros educativos, y no sobre opiniones pesimistas. Hoy me gustaría comentar tres aspectos que quizá no se están tratando en otros medios de información.
En primer lugar, la educación –y en concreto la docencia– es obviamente un tema complejo, nadie pensaría que es un trabajo fácil. Requiere diálogo y buenas intenciones, pero no se puede basar en las buenas ideas que vayamos teniendo. Como todas las cosas serias, la educación debe abordarse partiendo del conocimiento acumulado por las diferentes áreas de la investigación científica. Además, no cualquier publicación científica nos va a dar las mayores garantías de mejora; por eso debemos priorizar las evidencias científicas de impacto social (es decir, las que están mejorando las vidas de las personas), que están publicadas en importantes revistas que se pueden consultar desde cualquier lugar del mundo.
En segundo lugar, la responsabilidad que tiene la prensa a la hora de informar a la ciudadanía hace que nos preguntemos con qué objetivo en algunos medios se da tanta visibilidad a experiencias y opiniones tan negativas. ¿Para qué? Y, al mismo tiempo, ¿por qué se da mucha menos difusión a esas otras experiencias que están demostrando que es posible la mejora? Se puede conseguir una buena convivencia y aumentar los aprendizajes, incluso en los contextos más difíciles, si nos guiamos por las evidencias científicas de impacto social. Para mí es muy motivador leer en este periódico, cada día, cómo se está transformando la educación en más y más aulas y centros educativos, porque además me da la seguridad de estar en el buen camino.
En tercer lugar –y quizá este es el punto que más me mueve–, sé que no soy el único docente que disfruta de su trabajo en el aula, porque conozco a muchos y muchas. La verdad es que cada año lo paso mejor en clase, en muchos sentidos. Me río más, me sorprendo más con lo que aporta mi alumnado, cómo se hacen mejores personas y lo lejos que llegan con sus razonamientos, me emociono con su empatía y su comprensión, mejoro como maestro y como persona con sus opiniones y críticas constructivas, mi trabajo se vuelve un poco más fácil con sus ideas y las propuestas que acordamos en asamblea… No solo lo paso bomba y me sorprendo con los chicos y chicas de mi clase de sexto: ayer mismo, la madre de un alumno me envió un mensaje dándome su opinión sobre cómo mejorar una cuestión concreta del funcionamiento de las clases y le respondí, honestamente, que es un lujo contar con familias que aportan directamente a la educación de todos y todas. Otro apoyo fundamental que me permite mejorar mi trabajo, y disfrutarlo más al mismo tiempo, viene de las personas que trabajan conmigo, entre las cuales, además, tengo la suerte de contar con amistades de verdad.
Por último, quiero destacar el importante papel que juegas tú leyendo el Periódico Educación, compartiendo estas publicaciones y comentándolas con otras madres, con padres, abuelas… o con compañeros y compañeras docentes. Tengo la convicción de que es inevitable que, en un tiempo, la educación llegue a guiarse por el conocimiento científico disponible, como ocurre con otras disciplinas, y no por las “buenas ideas” de personas influyentes ni, desde luego, por las quejas y lamentos que no plantean ninguna alternativa a los malos resultados.
Maestro de primaria