Un informe de la OCDE publicaba hace no muchos años que cenar con los hijos y hablar con ellos y ellas mejora los resultados académicos que obtienen en su aprendizaje de ciencias. Desde luego, mejoran mucho más que ayudándoles con los deberes de ciencias o consiguiendo materiales relacionados con ciencias (aplicaciones informáticas, guías de estudio, etc.). Con datos de PISA 2015, en ese informe se afirmaba que aspectos tales como “discutir cómo le va a mi hijo o hija en la escuela”, “comer la comida principal con mi hijo o hija en la mesa”, o “emplear tiempo simplemente para hablar”, tienen mucho más peso en el rendimiento académico que comprarles materiales sobre ciencia, usar aplicaciones en el ordenador o en la tablet para hacer o aprender ciencia, o comentar qué clase de científico o científica quieren ser de mayores. Según este informe, hablar con nuestros hijos e hijas (al menos una vez a la semana) hace que obtengan resultados 10 puntos superiores a los que obtienen otros y otras estudiantes (de contextos socioeconómicos similares) que no suelen hablar con sus familias (o no lo hacen con la misma frecuencia). Este resultado es significativo en Georgia, Hong Kong (China), Corea y Portugal. En otras palabras, es una relación universal, no contextual.
Las investigaciones (Boonk, Gijselaers, Ritzen, & Brand-Gruwel, 2018; Castro, Expósito-Casas, López-Martín, Lizasoain, Navarro-Asencio, & Gaviria, 2015; Flecha & Soler, 2013) ya han demostrado la importancia de la familia en el aprendizaje (y en los resultados académicos). Sin embargo, de la misma manera que sabemos que la participación de las familias es importante en el aprendizaje de sus hijos e hijas, también sabemos que no cualquier forma de “participación de las familias” tiene un impacto positivo. Flecha distingue cinco formas diferentes de participación de las familias (o la comunidad) en educación: informativa, consultiva, decisoria, evaluativa, y educativa. Mientras las tres últimas se asocian con más probabilidades de conseguir éxito escolar, en el caso de la informativa o la consultiva no ocurre de la misma manera. Que las familias acudan al centro para recibir información sobre las actividades escolares pero que no tomen parte en las decisiones del centro; o que se las consulte, pero a través de los órganos de gobierno del centro y sin la posibilidad de participación en la toma de decisión, suele tener mucho menos impacto (o incluso nulo) sobre el éxito escolar del alumnado que si sus familias (u otros miembros de la comunidad) participan en las actividades de aprendizaje (participación educativa).
Además de todo lo mencionado, también sabemos (existen evidencias científicas de ello), que otras actuaciones educativas como las tertulias dialógicas, los grupos interactivos, la formación dialógica del profesorado o la resolución dialógica de conflictos también tienen un fuerte impacto positivo sobre los aprendizajes.
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Profesor de la Universitat de Barcelona y director de la revista científica “Revista de Investigación en Educación Matemática”