Hoy, 14 de marzo, se cumplen tres años del inicio en España del estado de alarma y el confinamiento estipulado para controlar la pandemia del COVID-19, momento que la sociedad afrontó con gran desconocimiento y miedo.
Todos los y las docentes intentamos, en aquellos días, realizar nuestro trabajo lo mejor posible, buscando de forma incansable la manera de ayudar, curricular y emocionalmente, a la población que atendíamos presencialmente en las escuelas, antes de tener que encerrarnos en nuestras casas. Cualquier profesor o profesora podría contar historias sobre lo complicados que fueron aquellos terribles y largos meses. La preocupación por nuestro alumnado y sus familias era extrema, sobre todo por aquellos y aquellas más indefensos, y la solidaridad y las muestras de buena voluntad se multiplicaron. Cada uno hizo lo que pudo.
Una vez parece que todo ha pasado es momento de hacer balance analizando los resultados de las muy distintas formas que hubo de afrontar la situación desde los centros educativos. A partir del trabajo “Open Door Actions”, realizado en 9 centros educativos muy distintos y analizado en el artículo “Schools That ‘Open Doors’ to Prevent Child Abuse in Confinement by COVID-19“, podemos afirmar que durante el confinamento el trabajo en entornos dialógicos online sirvió para establecer redes de apoyo educativo y de protección tanto en las redes sociales como en el propio hogar.
En estos 9 centros educativos de muy distinto perfil se utilizó Internet para abrir puertas online y se trabajó para proteger al alumnado más vulnerable utilizando sus redes comunitarias, consiguiendo crear un importante sentimiento de grupo durante el confinamiento. Para prevenir abusos, se enviaron mensajes a través de las redes sociales promoviendo el sentido de comunidad y amistad, lo que trasladó a la comunidad educativa que había muchas personas alerta para detectar y frenar posibles situaciones de violencia.
Las comisiones mixtas de las que formaban parte miembros de los distintos sectores de la comunidad educativa mantuvieron en contacto a las familias para ayudar con las becas, facilitar dispositivos electrónicos o material escolar a quien lo necesitó. Gracias a las tertulias pedagógicas dialógicas, las comunidades educativas leyeron las investigaciones científicas más relevantes sobre educación, y así pudieron decidir cuáles eran las mejores formas de abordar la realidad a la que se enfrentaban. Además, la organización de asambleas permitió establecer un escudo protector sobre quienes estaban pasando mucho tiempo en redes sociales y, por tanto, estaban muy expuestos al abuso y al acoso.
Asimismo, organizaron online grupos interactivos para trabajar contenidos curriculares, y tertulias literarias dialógicas donde todo el alumnado compartió las mejores obras de la literatura, la pintura o la música. Estas actuaciones fueron especialmente beneficiosas para el alumnado más vulnerable y frenaron las consecuencias negativas de la crisis a la que se enfrentaron las comunidades. Estos centros fueron capaces de transformar las dificultades en posibilidades, cuyos beneficios trascienden a día de hoy.