El 15 de febrero se conmemora el Día Internacional del Cáncer Infantil. Un diagnóstico que, paradójicamente, no se detiene y sigue afectando a miles de niños y niñas en todo el mundo, provocando efectos secundarios en la socialización y en sus rutinas. Para las familias, el personal docente, la infancia y la adolescencia, el absentismo escolar provocado por esta patología es una inquietud persistente.

Hasta la fecha, poseemos escasas investigaciones que avalen metodologías pedagógicas o posibles intervenciones indicadas para periodos en los que el estudiantado va a ver comprometida su asistencia regular a las clases.  Sin embargo, existen ya diversos avances tecnológicos que permitieron durante la COVID-19 el seguimiento de las clases, funcionasen con más o menos eficacia.

En los últimos tiempos, además de disponer de plataformas como Teams o Google Docs para hacer posible el aprendizaje síncrono y remoto, se ha desarrollado una propuesta innovadora que pretende hacer accesible la enseñanza al estudiantado con cáncer. Estos son los robots de telepresencia, que han resultado ser una útil herramienta mediadora. A través de esta tecnología, el estudiantado que no puede acudir físicamente al aula debido a un ingreso hospitalario, un tratamiento oncológico o una situación de confinamiento puede conectarse y formar parte de la experiencia educativa, otorgándoles la oportunidad de mantener el nivel del rendimiento académico. A pesar de no poder comparar este tipo de modalidad con la presencialidad, se trata de una propuesta que ha demostrado aumentar la motivación del alumnado enfermo, así como la inclusión educativa y la igualdad de oportunidades.

La infancia y la adolescencia afectadas por las consecuencias del cáncer deben ver garantizado su derecho a educación. Por ello, es recomendable abogar por más medidas que respalden la cercanía con el entorno escolar y la vinculación activa entre iguales. Los trabajos en grupo se han desarrollado satisfactoriamente, de igual modo que ha ocurrido con la participación o la muestra de emociones al resto del grupo; estos robots cuentan con funcionalidades que permiten expresar emociones, o la voluntad de levantar la mano en clase para hacer una intervención.

Existen desafíos como la estructura pedagógica, las competencias digitales, la espacialidad o la resistencia al cambio, que dificultan la consecución fluida de la modalidad híbrida. Es por este motivo que tanto el personal docente como el alumnado precisan de formación en TIC, además de que las infraestructuras reúnan condiciones para desarrollarse con normalidad, y que exista mayor responsabilidad desde toda la comunidad educativa, para mitigar la carga de las partes más implicadas.

Se trata de comprometerse colectivamente para fomentar una educación accesible, para todo el estudiantado, en cualquier circunstancia; observar su contexto y poseer o adquirir las herramientas para adaptarse a él.

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Estudiante de 3º de Pedagogía de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universitat de València.