Mucho se ha hablado últimamente sobre la importancia de la evaluación formativa, ya que ha sido una pieza clave en la nueva ley de educación​​ española. La evaluación formativa se basa en el aprendizaje continuo y personalizado y, para que sea efectiva, debería haber una interacción constante entre todos los agentes que participan en el aula: alumnado-profesorado, alumnado-alumnado, alumnado-voluntariado o voluntariado-profesorado, profesorado-familias. Se trata de un proceso que busca la evaluación para la mejora y el aprendizaje del alumnado. A diferencia de la evaluación sumativa, que se centra en los resultados finales y las calificaciones, la evaluación formativa permite a los docentes obtener información constante sobre el progreso del alumnado. Algunos estudios demuestran que esta práctica mejora la motivación y el rendimiento académico gracias a las interacciones que genera, ya que el alumnado por un lado participa de una manera activa en el proceso de aprendizaje hasta hacerlo suyo y, por otro, recibe feedback constante que le hace avanzar en su proceso de aprendizaje.

El acompañamiento al alumnado a través de una evaluación formativa, realizada por diversos agentes de la comunidad, se presenta como una herramienta efectiva para reducir las desigualdades educativas, especialmente para aquellos estudiantes de entornos socioeconómicos desfavorecidos. Al enriquecer los contextos educativos con interacciones de calidad y realizar una evaluación continua de las actuaciones llevadas a cabo en el aula, se logra documentar los avances del alumnado y proporcionar feedback valioso, para que el alumnado logre su máximo potencial. Así, y siendo evidente que la evaluación es crucial para la mejora, resulta fundamental evaluar para optimizar la implementación de las actuaciones que llevamos a cabo dentro del aula a fin de aumentar los aprendizajes y acompañar efectivamente el proceso educativo. De esta forma, las y los docentes pueden intervenir a tiempo para que nadie se quede atrás, a través de la oferta de actuaciones que amplíen tiempos, espacios de aprendizaje, y personas, como podría ser una biblioteca tutorizada o los clubes de lectura o escritura. Esto es crucial para mantener el interés y la confianza en su capacidad para aprender.

Os pondré un ejemplo práctico de una clase de inglés en secundaria diseñada para mejorar la escritura:

Hasta hace poco, cuando el alumnado escribía una redacción, el proceso de evaluación se basaba en un sistema tradicional. Se escribían las redacciones en casa o en clase, luego se corregían y se les asignaba una calificación final. La realidad es que gran parte del alumnado se limitaba a ver la nota, sin prestar atención a los errores corregidos. Tras horas de trabajo dedicadas a ello, este tipo de evaluación no fomentaba una verdadera mejora.

Actualmente, el enfoque que se le da a esta actividad es distinto. En primer lugar, no tiene sentido que el alumnado escriba la redacción en casa, ya que una gran mayoría utiliza IA o traductores. Las redacciones se escriben en clase y, posteriormente, el profesorado las corrige señalando dónde están los errores y de qué tipo son: ortografía, gramática, estructura, vocabulario o contenido. Sin embargo, en esta ocasión no se asigna una nota de inmediato; en su lugar, se organiza una sesión de mejora dialógica.

En esta sesión, el alumnado tiene la oportunidad de revisar y corregir sus redacciones en grupo; trabajan en equipos heterogéneos, donde cuentan con la colaboración del profesorado, sus iguales, e incluso voluntariado si puede acudir a la sesión. Esta sesión de mejora no solo promueve la autoevaluación y la ayuda entre iguales, sino que también crea un ambiente de aprendizaje dialógico y solidario. La evaluación se centra en el producto final, fruto de las mejoras y el esfuerzo grupal. Así, el sistema fomenta una mejora tangible de las habilidades de redacción, así como la comprensión del proceso de escritura, más allá de la simple meta de la calificación.

En resumen, la evaluación formativa es importante para crear un entorno educativo dinámico y eficaz que promueva el aprendizaje continuo, la igualdad de oportunidades, la solidaridad y el desarrollo personal y académico de los estudiantes. Cuantos más agentes educativos participan en el proceso, más calidad y riqueza damos a las interacciones que se generan y al proceso de aprendizaje, mejorando también el proceso evaluativo.

[Imagen: Freepik]
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Por Blanca Febré

Profesora en educación secundaria