Cuando ponemos en manos de nuestros hijos e hijas un móvil debemos ser conscientes de las posibles ventajas, pero también de los peligros que este dispositivo comporta. Lo importante, como en otros muchos aspectos educativos y sociales, es hacer prevención; pero, aunque se haya hecho esta prevención, el acceso de los chicos y chicas a contenidos inapropiados es muy difícil de evitar hoy por hoy.
Uno de los espacios virtuales de uso habitual de la juventud es el WhatsApp de la clase. En teoría es un lugar para compartir tareas de clase, preguntar deberes o pedir algún material, pero, como en otros contextos poco seguros donde no existen normas explícitas que los componentes hayan podido consensuar, algunas personas aprovechan para mostrar imágenes sexuales o violentas, despreciar a algún compañero o compañera, enviar stickers para burlarse de alguien o incluso amenazar y hacer acoso. En torno a estas características impera la ley del silencio, no se denuncian estas conductas, y quienes comparten y ejercen violencia quedan impunes. Además, se corre el peligro de que se terminen normalizando estas conductas dentro del grupo.
Pero esta situación puede cambiar cuando ha habido o existe una acción preventiva de la violencia basada en las evidencias, cuando el centro aplica el modelo dialógico de prevención y resolución de conflictos y el alumnado conoce el club de valientes violencia cero (grupo organizado de personas que se posicionan ante la violencia, hacen denuncias, se solidarizan con las víctimas y siempre tratan bien a las demás) o las 5D (estrategias o herramientas en forma de mnemotecnia que enseñan a actuar cuando se ven en situaciones en las que se ejerce la violencia). Cuando se ha dialogado en la clase sobre estas estrategias es cuando aparecen upstanders, personas solidarias que no miran hacia otro lado; que no solo defienden a un compañero o compañera de los ataques de quien acosa, sino que también defienden a las personas valientes que se han atrevido a romper el silencio; que se atreven a decir “este contenido no me gusta” y que buscarán la intervención de otros iguales, o de los adultos si fuera necesario. En estos casos, es también fundamental el papel del profesorado. Cuando el alumnado se atreve a denunciar estas conductas, el profesorado no debe ignorar esta valiente actitud, ya que si es así se reducirán las probabilidades de que vuelvan a denunciar en futuras situaciones. Debe dar apoyo y confianza a su alumnado e intervenir tanto a escala de aula como de centro.
Es fundamental la formación del profesorado y el alumnado en el tema de la prevención de la violencia. Nunca es demasiado tarde, podemos empezar mañana mismo por la lectura y el debate mediante una tertulia dialógica de los artículos a los que se refiere este escrito. Nos daremos cuenta de cómo, poco a poco, las conductas se transforman y el grupo de WhatsApp de la clase también puede transformarse en un espacio más seguro y libre de violencia.