La sociedad está en continuo proceso de transformación y por supuesto las escuelas tienen que cambiar para ser eficaces y resolver los problemas a los que se enfrentan. A todas las personas nos gusta la innovación que sirve para mejorar. Sin embargo, frecuentemente, se plantean “innovaciones” o cambios que suponen mucho esfuerzo y que, en realidad, no cambian nada en el mejor de los casos, e incluso pueden empeorar la situación.

Las principales referencias de cualquier innovación educativa tienen que ser las evidencias científicas de impacto social, las necesidades sociales y los objetivos democráticamente decididos por la sociedad (desde la más amplia, hasta la que conforma la propia comunidad) para mejorar los resultados de todo el alumnado y la convivencia, es decir, para que todos los niños y niñas puedan terminar la secundaria con éxito y plantearse ir a la universidad, para que todos los centros sean espacios seguros y para que se socialicen en unas interacciones y relaciones que ayuden a prevenir la violencia de género.

Por lo tanto, cualquier innovación se tiene que plantear conseguir una mejora; pero esta mejora no la decide una persona, ni un grupo de personas, sino que son mejoras que se propone la sociedad, de una manera democrática a través de los espacios creados para ello, y toma como referencia la mejora de los aprendizajes y de las vidas de todos los niños y las niñas.

La propuesta tiene que estar basada en las evidencias científicas de impacto social, es decir, que ya haya demostrado tras un proceso científico riguroso que ayuda a mejorar esos resultados, esa convivencia, allí donde se haya aplicado. Así como en medicina o en cualquier otro campo rechazamos la experimentación con personas, también en educación rechazamos la experimentación con niños, niñas y jóvenes. Y que todo ello se plantee sin hipotecar unos por otros, porque la evidencia científica nos demuestra que se pueden y deben mejorar los resultados y la convivencia a la vez, porque no es posible una buena convivencia sin buenos resultados académicos y viceversa.

Por último, para llevarla a cabo en un centro o en un aula, es necesario que se acuerde democráticamente en un diálogo con los familiares de los niños y las niñas o jóvenes a quienes va dirigido. Porque en la sociedad de la información, una sociedad tan diversa como la actual, no es posible que ninguna propuesta educativa tenga éxito, ni mejore nada, si no cuenta con el apoyo de la comunidad; sin ella no es posible ofrecer una educación inclusiva, intercultural, coeducativa y de calidad.

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Asesora de necesidades educativas especiales y coordinadora de la red de Comunidades de Aprendizaje de Euskadi