Celebremos el Día Mundial de la Justicia Social
En artículos anteriores vimos la importancia de tener esperanza para lograr un mundo mejor. Hoy, 20 de febrero, se celebra el Día Mundial de la Justicia Social, un sueño que compartimos muchas personas vinculadas a la educación.
En los centros educativos somos testigos de historias de vida en las que la justicia social brilla por su ausencia, en las que los derechos fundamentales, las oportunidades de empleo, la protección social y el diálogo social no están garantizados. Ante esta situación podemos pensar que poco o nada podemos hacer, que depende de las políticas o de las entidades mundiales… pero nada más lejos de la realidad.
Ya hay muchos profesionales de la educación que han encontrado los caminos para recuperar o fortalecer la esperanza de que lograr una mayor justicia social es posible. Las evidencias científicas de impacto social han sido el faro que nos ha dado las herramientas necesarias para proponernos metas, reconducir las acciones cuando se alejan de lo que ha demostrado que funciona, y llegar con éxito a los objetivos planteados. Muchas de estas escuelas son comunidades de aprendizaje y otras aplican actuaciones que se alejan de las ocurrencias de quienes ven en la educación un mercado de poder (económico o de prestigio).
Hay muchas historias de familias que viven en barrios a las afueras de las ciudades, que no han tenido oportunidades para tener estudios, que son víctimas de la pobreza o la violencia y que nunca hubieran imaginado encontrar en una escuela un camino dibujado en el suelo, donde no hubiera soledad y miedo sino manos confiadas y ojos llenos de brillo tal como recoge el libro Aprendiendo Contigo (Racionero et al., 2012).
“Me ha cambiado la vida” es una frase que se repite en multitud de familias que llevan a sus hijos e hijas a estos centros educativos porque ven que el derecho a una educación de calidad está garantizado, el derecho a que se incluyan sus voces en lo que concierne a la educación de sus propias hijas e hijos, el derecho a conseguir un empleo digno gracias a poder sacarse el graduado o el acceso a la universidad para mayores de 25 años, o el derecho a que el centro educativo sea un espacio seguro, libre de violencia.
Las grandes transformaciones sociales siempre se han logrado desde y con las personas (bottom-up), nunca han venido desde arriba. Un ejemplo que nos ha servido de referencia es la escuela de adultos de la Verneda de Sant-Martí, que es el resultado del sueño de una comunidad de aprendizaje que transformó el barrio, a través de la participación dialógica de la ciudadanía en la cultura y la educación.
En un día como hoy la mejor celebración que podemos hacer es dejar de pensar que mejorar la justicia social no está en nuestra manos. Celebrémoslo compartiendo y aplicando las evidencias científicas en la educación y mirando ejemplos de escuelas, colectivos y personas que lo han conseguido.