Hace muy poco he leído el libro de Ani Pérez “Las falsas alternativas. Pedagogía libertaria y nueva educación” (2022, Virus). Este ensayo recoge su tesis doctoral. En el prólogo Marina Garcés nos recuerda que en las sociedades democráticas la educación y la sanidad definen el compromiso con lo público. Un recordatorio muy pertinente en los tiempos que corren.
Ani Pérez señala problemas ligados a este punto que sufrimos cada día: la privatización endógena que empuja a la escuela pública a comportarse como una empresa; la confusión generada por el abuso del concepto de innovación educativa, que en muchas ocasiones no es tal porque está vacío de contenido político ignorando a las personas a quienes se dirige y sus contextos, sin intención pedagógica, ni política transformadora; el peligroso filantrocapitalismo educativo que persigue el negocio y enriquecimiento de unos pocos, desde la gobernanza intensa, aumentado su nicho de mercado, mercantilizando la solidaridad y obteniendo la máxima rentabilidad del dinero invertido… Pérez aporta numerosos ejemplos de todo esto, también de los profesores “vendehúmos” lanzados al estrellato sin nada detrás. Es importante mostrarlo y es importante hacerlo con una tesis doctoral.
Ani Pérez realiza un recorrido por diversas escuelas ligadas a la educación alternativa, autodesignadas como libertarias, cuando sus contradicciones muestran que no lo son, porque son individualistas, olvidando la construcción colectiva desde la solidaridad; e ignoran la finalidad de la educación libertaria, y el compromiso con asuntos sociales que atañen a todo el mundo desde la revolución educativa. Y algo muy importante, su estudiantado procede de clases privilegiadas que pueden pagar el coste de esta “educación alternativa”, despreocupándose de los niños y de las niñas más vulnerables. También plantea una preocupación compartida por mucho profesorado: ¿qué existe tras el énfasis en lo emocional que ha inundado lo educativo?, advirtiendo sobre el relativismo individualista que muchas de las propuestas contienen.
Señala, también, la omisión del privilegio y el poder en muchas reflexiones sobre estos temas, y su consecuencia, la despolitización, la desmovilización. Incide en la insistencia en la felicidad, desde un cambio de percepción del concepto, impulsada por el filantrocapitalismo que tiene como finalidad última el aumento de la productividad y el rendimiento. Esta falsa felicidad está relacionada con la satisfacción inmediata de los deseos y con el consumo.
Pérez indica otro problema: la introducción de pedagogías alternativas en las escuelas públicas está generando en muchos casos segregación escolar oculta, nuevamente alejando de dichas escuelas a los niños y a las niñas más vulnerables.
Todo su planteamiento ayuda a no equiparar como escuelas libres a las que beben del anarquismo y a las que lo hacen desde planteamientos ultraliberales.
Para aclarar toda esta situación Ani Pérez realiza un recorrido por la historia de la educación libertaria, comenzando por la denominación y abordando las distintas experiencias significativamente distintas que desde la educación se deberían conocer, así como el impacto de la educación anarquista. En todo este recorrido distingue el anarquismo individualista (señalando que los actos violentos cometidos desde este posicionamiento dieron lugar a la falsa imagen actual del anarquismo que homogeneiza a todas y todos los anarquistas) y el anarquismo socialista, mostrando la intervención pedagógica de carácter sociopolítico que lleva a la transformación social, para contrarrestar los condicionantes sociales que muchas y muchos de sus partidarios han desarrollado, señalando que “la relación entre autonomía personal y justicia social no es inversamente proporcional, sino lo contrario: una no es posible sin la otra”. También desgrana las divergencias dentro del propio movimiento libertario.
A lo largo de su libro se percibe la huella del anarquismo en muchas experiencias pedagógicas, que ni tan siquiera la señalan como precedente, como el rechazo a los castigos, la ausencia de dogmatismo, la relación con los movimientos sociales, la direccionalidad de abajo arriba, su oposición a los teóricos de la reproducción que niegan la posibilidad de transformación social que ofrece la educación; la necesidad de confrontación de las propias opiniones con las de los demás; la visibilización del poder y la resistencia; la acción educativa comprometida con la mejora de la vida del estudiantado… y evidencian a aquellas personas que desprecian el saber y la razón cuando muchos escritos anarquistas señalan su importancia incuestionable llegando a equiparar ciencia y anarquía. También señala lo que tiene en común con la pedagogía crítica, y su relación con autores relevantes como Freire o Freinet. E incide en genealogías feministas, subrayando que la coeducación de género y clases sociales la implementan por primera vez en el estado español mujeres anarquistas.
Todo esto es muy importante porque, como ella señala, “practicar una pedagogía en la que solo importe la propia experiencia individual, supone renunciar a nuestra memoria colectiva, a nuestro patrimonio cultural y a los análisis y las herramientas que hemos generado en el pasado”.
Introducir la genealogía libertaria en el currículum de las futuras maestras y de los futuros maestros es importante. Su huella educativa está muy documentada. No debe seguir prácticamente invisibilizada, omitida en la historia de la educación y en su relación con acciones educativas concretas que implementamos de manera interdisciplinar.
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Profesora de la Universitat Jaume I. Directora del grupo de investigación “Didáctica de la Lengua y la Literatura y pedagogía crítica”